Ayer lunes traté de parecer gente decente y me llevé un paraguas porque estaba lloviendo. En la noche que salí seguía la tormenta bastante fuerte y yo muy mona saqué mi artefacto pero oh sorpresa... descubrí que, a pesar de haber sido creado para evitar que me mojara, ¡tenía goteras!
Me dio risa y no temí en manifestarla.
Me sentí ridícula, decidí guardarlo y seguir con mi costumbre de meterme en los charcos, sentir el agua en mi cara, notar como poco a poco el pelo recobraba su estilo natural y esperar que el agua descompusiera el mecanismo de mi reloj (porque solo estoy esperando una muy buena excusa para aventarlo a la basura), pero esto nunca sucedió. El maldito sigue informándome la hora.
Disfruté caminar mientras el agua caía de arriba para abajo.
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