Tengo años con esta caja de cerillos

Se aprende a confiar en las personas con base en las experiencias vividas pero existe una persona en quien confío por naturaleza y ciegamente quizá desde antes de que mi alma naciera en este cuerpo y bajo estas circunstancias.

En 3ero. de secundaria, a la usanza de aquel uniforme (un jomper guindo) que nos hacía ver como costalitos sin cintura, me enfermé de varicela, razón por la cual falté dos semanas a clases. Cuando ya andaba en las últimas y solo me quedaba una cascarita en el entrecejo Vero me dijo “ya quítatela, ya está seca”. Yo dudé y le pregunté “¿y si me queda cicatriz?”… Ella replicó: “nombre, quítatela”.

La pobre, virginal e inocente Lili creyó en las sabias palabras de su experimentada hermana sándwich (que le lleva un año de vida) y siguió su consejo pero oh sorpresa…

Me quedó un hoyo enorme en el que casi me cabía un frijol. Bueno no, no es cierto, me excedí con el comentario, pero es que la verdad sí se veía muy fea la cicatriz.

Le reclamé pero ya era tarde, no había nada qué hacer. Ni siquiera volver a poner la cascarita en su lugar hubiera dado un resultado satisfactorio.

Ustedes dirán: - Ah, desde esa vez, Lili seguramente no volvió a dejarse llevar por las recomendaciones de su hermana… ¡Pues no!... He caído en sus redes una y otra vez y yo en lugar de molestarme le agradezco que haga de mi estancia en este mundo un viaje muy divertido. Sigo confiando en ella.
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Frase para meditar: "Era un tigre de Bengala y ella el aro de fuego suspendido en el aire"

(Fuente: El orgasmógrafo, de Enrique Serna)

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