Continuando con Cuatro Ciénegas, Coahuila...
En cuanto a la gente todo estuvo bien. Salí a caminar, me encontré viejitos amables y jamás escuché las barbaridades que dicen los pelados de por acá al ir caminando por la calles.
Parecía que nadie tenía prisa, que no había ningún apuro de nada, como si el día nunca se fuera a acabar. Lo noté porque al principio iba yo caminando a toda velocidad, chocando con la gente, esquivando postes y cubriéndome del Sol (como siempre), pero todos los demás iban como en cámara lenta; llevaban las bolsas en una mano y a las niñas y niños en la otra.
Los tipos solteros (al menos eso parecían) descansaban bajo la sombra de algún árbol y familias enteras se sentaban en las bancas a comer nieve en la plaza principal, frente a la Presidencia Municipal. Estaban, como dicen en mi rancho, tirando hueva.
Caminé tan rápido que me acabé toda la plaza en menos de 5 minutos así que hice un ¡Alto! total y me dediqué a disfrutar. Fui a la Casa de Don Vensutiano Carranza, caminé varias cuadras a la redonda, me compré una nieve de chocolate que más bien era de trapo porque sabía a todo menos a chocolate, saludé a los tipos que en ese rato fungían como agentes de tránsito, tomé algunas fotos y me dejé ver por la gente sin hacerle gestos ni caras largas (porque quizá para ellos yo era la rara).
Por un momento dudé que existiera la delincuencia, al menos en ese lugar.
Otra cosa, casi no había basura tirada.
Nuestra Guía Alejandra dijo que terminando su tercer año de secundaria vendría a estudiar Belleza a Monterrey. Sin duda le gustará vivir aquí pero llegará un momento en que querrá hacer ¡Alto! para regresar y programarse de nuevo en cámara lenta. Cuando se fastidie de nuevo volverá a Monterrey, luego a Cuatro Ciénegas, y así sucesivamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario