septiembre 24, 2007

Mi salud mental está de regreso.

Sepan ustedes que me dio una enfermedad llamada La Loquera. Se supone que soy la que auxilia a los locos, no la portadora de su virus, pero bueno, en algún momento me tenía que suceder.

Para acallar ese mal se me ocurrió ir con un tipo para que se agasajara con mis pies, vulgarmente llamado reflexólogo.

Me manoseó, amasó, vibró, estiró y estrujó.
En ciertas zonas me dolía lo que me hacía pero cuando me agarraba otras me agradaba hasta sentir que flotaba.

Luego de eso le siguió con Shiatsu en la espalda y en los brazos, el cual también me satisfizo a pesar de la incomodidad inicial que me produjo estar con la espalda descubierta ante un sujeto casi (ya no tan) extraño para mí.

Poco faltó para que me descuadrara y ya se me hacía que me arrancaba el brazo izquierdo.

Lo más desagradable fue quedar toda aceitosa. Digo, justo en el momento resultó riquísima la sensación, pero considerando que de ahí me dirigí a otros lados para terminar mis penendientes (no, no me equivoqué), sí fue bastante grotesco sentir cómo la blusa se me pegaba a la piel.

Andaba más grasosa que la comida de la Taquería Juárez, y miren que esas ya son palabras mayores.

Bienvenido fue el baño.
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Total, gracias a la masajeada y a las clásicas pláticas con amigas, mis emociones ya están bajo control... de nuevo.

Las dejaré salir cada fin de semana y no cada 897 años, para que no se me rebelen tan violentamente y no anden queriendo provocar Golpes de Estado.

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Y hablando de puertas, aunque ni siquiera he tocado el tema, les comentaré que hay ciertos recintos que poseen cosas como las que aparecen en la foto de abajo, que sirven para separar a las personas que ya están llevando a cabo sus evacuaciones de las que están esperando para hacerlo.

No las pongan, por favor. Son incómodas porque sentimos que se puede percibir nuestra silueta a través del vidrio.

Hablo en plural no porque La Loquera me haya producido también doble personalidad, sino porque he escuchado a varias personas que se quejan del diseño de las mismas y sienten un poco de pudor al entrar a los baños, quizá hasta morbo las muy cochinas.

Si viven en Nuevo León o andan de visita por acá y quieren evitar ese pequeño inconveniente, no vayan ni al Museo del Palacio, ni a los de la Jaula Magna, perdón, Aula, o háganle caso a sus mamás cuando ellas les digan: “vayan al baño porque allá no va a haber”.


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Frase para meditar: Si lo digo, es porque lo dije.

7 comentarios:

Darth Chelerious dijo...

que chido que ya estás de regreso, y mejorada. se le extrañaba!

Lost Kisses dijo...

Jejeje Así que ya se te quitaron las chiripiolcas? Ah que mujer tan loca! Pero ta bien! ta bien! todos tenemos nuestra pata de palo, me acuerdo la vez que andaba construyendo arriba de mi casa y salieron unas goteronas marca diablo =) juar juar

Anónimo dijo...

De vez en poco y mas seguido que eso vale la pena andar de demencia consuetudinaria. Que bueno que estas bien y que todo siguió en su sitio cual debe ser....

Alex dijo...

Aaah yo tambien fui al reflexologo y es cierto que te da una estrujada de aquellas... oye pero a mi no me pusieron aceite! eso ya parece pelicula porno jejej
Bueno, ya neto que bueno que haya algo que te aliviane, a veces es bastante necesario.
Saludos!

Anónimo dijo...

Las he visto... esas puertas, además en un espacio reducido.

Yo necesito un masaje de espalda urgente!!!!

Borrego dijo...

Pos qué bueno que ya regresó. La Locura, aunque interesante, cansa.

Antonio Mundaca dijo...

:O