Está bien que es la comidilla de todas y todos los demás y que me causaron gracia algunos de los comentarios que hacían él y sus amigos de vicio pero eso no quería decir que tenía que aguantarle todo y se lo hice saber.
Había un asiento de separación entre él y yo pero en ocasiones se posicionaba junto a mí para ligarse a Mayela (creo que así se llamaba), la chica sentada en la fila de arriba y a quien su amigo le ofrecía una bocanada del habano que traía en su mano (escena erótica). Se acomodó junto a mí pero dándome la espalda y, como el tipo ya traía algunos grados considerables de alcohol en su sangre, se puso demasiado cómodo y terminó recargándose en mi brazo y yo teniendo que soportar todo su peso. Me incomodé, me acomodé y le enterré el codo en la espalda (un amigo me decía que mi codo era un arma porque, según él, tengo el codo picudo, jaja). Luego él voltea hacia mí y me dice que cuál es mi problema y yo tan tranquila pero con mi cara de perra enojada le digo que se está recargando sobre mí y que si se acomodara bien me dejaría de molestar. El tipo al principio me habló muy prepotente pero yo creo que cuando vio que no me iba a dejar y que él era el responsable del problema respondió que estaba bien, que ya se iba a recargar sobre su respaldo. Entones ya se puso derechito, viendo al frente y ahí terminó el incidente.
Sé lo que sucede en los conciertos, sé cómo manejarlo, cómo defenderme (aunque nunca ha habido necesidad salvo raras excepciones) y no me asusto con cualquier cosa. Soy tolerante porque ya andando ahí nos da por cantar, gritar, maldecir, tomar, fumar, bailar, chiflar y a fuerza tiene una que tener un roce de algún tipo con la gente pero de eso a que se quieran hacer los reyes del mundo sin importar a quién afectan ahí si no estoy de acuerdo y saco las garras.
Otra cosa, no acabo de entender a la gente que, estando en un concierto de los Rolling, pretende permanecer sentada y obligar a todos los demás a hacer lo mismo. “Van a ver igual” -era su argumento-, y es cierto, pero no es lo mismo cantar sentada que parada, gritar sentada que parada, aplaudir sentada que parada, ni seguir el ritmo de la música sentada que parada. Si hubiera querido estar cómoda viendo una pantalla gigante con excelente definición mejor me hubiera comprado una y me hubiera quedado cómodamente recostada en la sala de mi casa. Quizá nunca habían estado en un concierto, quizá nunca sintieron la emoción de la experiencia de la noche de ayer, esa debe ser la razón de su ñoñez.
Había un asiento de separación entre él y yo pero en ocasiones se posicionaba junto a mí para ligarse a Mayela (creo que así se llamaba), la chica sentada en la fila de arriba y a quien su amigo le ofrecía una bocanada del habano que traía en su mano (escena erótica). Se acomodó junto a mí pero dándome la espalda y, como el tipo ya traía algunos grados considerables de alcohol en su sangre, se puso demasiado cómodo y terminó recargándose en mi brazo y yo teniendo que soportar todo su peso. Me incomodé, me acomodé y le enterré el codo en la espalda (un amigo me decía que mi codo era un arma porque, según él, tengo el codo picudo, jaja). Luego él voltea hacia mí y me dice que cuál es mi problema y yo tan tranquila pero con mi cara de perra enojada le digo que se está recargando sobre mí y que si se acomodara bien me dejaría de molestar. El tipo al principio me habló muy prepotente pero yo creo que cuando vio que no me iba a dejar y que él era el responsable del problema respondió que estaba bien, que ya se iba a recargar sobre su respaldo. Entones ya se puso derechito, viendo al frente y ahí terminó el incidente.
Sé lo que sucede en los conciertos, sé cómo manejarlo, cómo defenderme (aunque nunca ha habido necesidad salvo raras excepciones) y no me asusto con cualquier cosa. Soy tolerante porque ya andando ahí nos da por cantar, gritar, maldecir, tomar, fumar, bailar, chiflar y a fuerza tiene una que tener un roce de algún tipo con la gente pero de eso a que se quieran hacer los reyes del mundo sin importar a quién afectan ahí si no estoy de acuerdo y saco las garras.
Otra cosa, no acabo de entender a la gente que, estando en un concierto de los Rolling, pretende permanecer sentada y obligar a todos los demás a hacer lo mismo. “Van a ver igual” -era su argumento-, y es cierto, pero no es lo mismo cantar sentada que parada, gritar sentada que parada, aplaudir sentada que parada, ni seguir el ritmo de la música sentada que parada. Si hubiera querido estar cómoda viendo una pantalla gigante con excelente definición mejor me hubiera comprado una y me hubiera quedado cómodamente recostada en la sala de mi casa. Quizá nunca habían estado en un concierto, quizá nunca sintieron la emoción de la experiencia de la noche de ayer, esa debe ser la razón de su ñoñez.
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Derramé una lágrima durante la presentación de Alegacha Guzmán. Pero no fue de emoción, no, tuve uno de esos bostezos tan ricos (que seguro ustedes también han tenido) que hasta lloré. Fue muy leve, pero así fue, y eso que yo no conozco el aburrimiento. Su espectáculo me pareció retrógrado, ochentero-anticuado-ñoño-no-agradable (lo ochentero no es siempre anticuado).
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+ Recorrido total del concierto: desde la salida hasta la entrada de la casa fueron 8 horas. Salimos a las cinco de la tarde rumbo al Volcán y llegué a mi morada como a la una de la mañana.
+ Lo grotesco y bizarro: ver bailar a dos Dres. Simi vestidos de negro muy ad hoc para la ocasión.
+ Lo estresante y extraño: La tipa de seguridad no me revisó el cuerpo, ni siquiera me tocó pero se fue directo a mi bolsa. Descubrió el compartimento secreto de la misma para guardar mi cámara, la sacó, la vio y murmuró “esta no la puedes pasar”. En ese momento mi taquicardia ya se había hecho presente pero permanecí tranquila y lista para fingir que no sabía que no podía meterla, pero no fue necesario porque después la soltó y me dijo: “pásale”. Sin más, mejor caminé sin voltear atrás.
+ Lo impresionante: No bajamos a patadas a Alejandra Guzmán, fuimos benevolentes.
+ Lo grotesco y bizarro: ver bailar a dos Dres. Simi vestidos de negro muy ad hoc para la ocasión.
+ Lo estresante y extraño: La tipa de seguridad no me revisó el cuerpo, ni siquiera me tocó pero se fue directo a mi bolsa. Descubrió el compartimento secreto de la misma para guardar mi cámara, la sacó, la vio y murmuró “esta no la puedes pasar”. En ese momento mi taquicardia ya se había hecho presente pero permanecí tranquila y lista para fingir que no sabía que no podía meterla, pero no fue necesario porque después la soltó y me dijo: “pásale”. Sin más, mejor caminé sin voltear atrás.
+ Lo impresionante: No bajamos a patadas a Alejandra Guzmán, fuimos benevolentes.
+ Lo triste: No escuché Pain it black, snif.
+Lo casi insoportable (como casi siempre en Monterrey): El maldito calor antes de iniciar el concierto.
+ Lo excelente: Todo lo demás.
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Frase para meditar: Creo que estoy dando el mensaje equivocado.
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10 comentarios:
fuck, esperaba el linchamiento de la guzman con ansia... ni pedo.
no hubo pint it black... sniff.
saludotes rucanroleros....
Muy buena tu narracion de un superconcierto. Si, los borrachos nunca faltan... que bueno que no te dejaste, a darles con el codo picudo! :D
¿Y que tal estuvo?... Yo no soy superfan de los Rolling, pero me hubiera gustado verlos. Dicen que casi no tocaron de las clásicas, sino mas bien de su nuevo album (el cual no se conoce demasiado...). Lástima que no tocaron Paint it Black... es de las mas chidas... ¿Tocaron Simpathy for the Devil?
Simpathy for the Devil sí la cantaron, fue de las más prendidas, obviamente.
Depeche Mode me gusta pero solo eso, no me gusta como para comprar sus discos ni pagar un boleto pero sí disfruto escucharlos. Para ir al concierto quién sabe, chance y a la mera hora me anime, a lo mejor si los escucho en vivo hasta me vuelvo fan.
uuuuiiii simpati for the devillll!
estuvo chingooon general!
el pedo fue la pinchi hora y media entre la alechafa y los rolingstones...
lo bueno de eso es que s eme borro de la mente la alechafa...
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por otro lado.. que webos de vieja pá cantar la plaga no no no nomameeees!...
...
*snif* no hubo paint in black u_u
¡Eso, eso!
¡Échela más sal en la herida! ¡retuerce tu dedo bloguero en la llaga! ¡ándale, ufánate!
Todos parecieron estar áhí. ¡Menos yo!
Yo me tuve que conformar con poner la discografía en emepetrés. Y qué, y qué.
(eso sí. no hubo guzmán)
Como es domingo. Y tooooodo el día estoy de ocioso en la computadora te cuento mi indignante anécdota-con-borrachos-en-un-concierto.
Estuvo el año pasado K. Penderecki en Guanajuato durante el Cervantino (festival cultural-etílico-social anual)
Con el sudor de nuestras frentes (o superficie de su elección) conseguimos dinerito para pagar las entradas en elpequeño pero elegantioso teatro Juárez en la ciudad capital. El preámbulo del maestro polaco se degustó con unas cervezas en un agradable pub irlandés (radiohead inédito en la laptop de alguien) cuando llegamos emocionados estábamos listos para la experiencia estética más esperada del año.
Mi experiencia estuvo inalterada, llegó contundente e impecable hasta mi lugarcito en el teatro. Miraba de reojo la barba del polaco danzar al ritmo de los clásicos más dinámicos que eligió incluir en su programa. Al intermedio busqué el lugar donde mis compañeros estarían sentados, estaban agitando los brazos discutiendo con un grupo de párvulos que desde la distancia pude reconocer como lo que en mi cuadra llamamos 'fresas'. Al final del concierto tuve el relato completo.
Los muchachos mentados estaban hablando, riéndose e incluso hablando por teléfono entre ellos al tiempo que los músicos tocaban. ¡No mames! todos intentaban callarlos con el susurro típico del cine o la secundaria: shhhhh.
Mis amigos intentaron razonar con ellos. Recordarles que no estaban en un mercado. Pero los mocosos estaban ebrios, por supuesto. 'Que les valía madre', 'que al cabo ellos no pagaron por esos boletos, sino que sus papás diputados los reciben gratis', 'que no estén chingando'. ¡No mames! no me importa que sea trillado decirlo, pero por gente como ésta el país es un mierdero: primero la gente que no dice nada cuando algo le molesta, permiten que les roben su derecho de disfrutar en paz; segundo, esos pendejos snobs pequeñoburgueses, insípidos mocosos que tienen los tanates de fastidiar quien gustan por hábito, hobbie o herencia.
Al final los quince muchachos la hicieron de pedo al final del concierto. Mi amigo le dijo que con gusto les rompía el hocico uno por uno (ajá...) pero ni eso admitieron, sólo los quince contra nosotros tres les parecía algo válido. Al final llegó la policía, no nos dejaron terminar.
No es justo. Una experiencia fascinante entorpedica por unos pendejos borrachos que no faltan en los conciertos.
Ja, ja. Creo que esto debí ponerlo en mi blog. Jo.
Es mejor que lo hayas puesto aquí, así tengo el honor de la exclusiva, gracias.
lili, necesito encontrar a Monica (de Cancun)ayer cerró su blog y me preguntaba si tienes su mail , escribeme aca que regreso mas tardes
saludos,
¿Donde andas Lili que ya no te leo?
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