La boca no tiene sexo

Jueves, descanso de mi profesión.

Los cambios siempre son para bien, eso dicen. Y es cierto, las crisis provocan movimientos profundos que a su vez hacen que las cosas se reacomoden, lo único malo es que se siente re-gacho cuando las estamos atravesando.

Hoy he estado sola desde las siete de la madrugada y he disfrutado mucho este estado. La sensación de tener todo un ambiente completo para mí solita es fantástico.

Me levanté temprano (y sin batallar), terminé muchos de mis pendientes, hablé con una amiga, vi la película "Hilary y Jackie", salí, me tomé tres cafés, agua y dos cervezas, comí chocolates, preparé mi desayuno y mi comida favorita, leí el periódico, saqué la basura, me atasqué de tortillas y rosca de Reyes, escuché música a todo volumen como clásica adolescente deseosa de estridencia, busqué trabajo, lavé mi ropa, recogí (un poco) mi cuarto y algunos limones del patio y muchas otras cosas básicas que, por pudor, no mencionaré. Me faltó continuar de leer mi libro en turno "La llama vestida de negro" pero es que la verdad no he parado ni un segundo.

Lo que sí me falta es bañarme jaja, qué cochina soy, apenas lo iba a hacer... se los juro por la vida, obra y muerte de Ramón (QEPD).

Pasando a otro tema, me desanimó un poco una noticia que recibí pero ni modo, es parte de la crisis.
También me regañaron por algo que no hice, por mensa.
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Ayer vi la película de Narnia pero no la disfruté, no me hizo sentir nada: nada de tristeza, ni alegría, ni excitación, ni angustia, ni miedo, ni ternura. Nada lo que se dice nada. Como último recurso para no aburrirme traté con todas mis fuerzas de sentirme al menos un poco atraída por el fauno o el centauro, ambos sin pene, pero no lo logré. Conclusión, las palomitas estuvieron muy ricas, gracias, vuelva pronto.

Frase para meditar: *La boca no tiene sexo*

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